En esta nueva entrega, queridos amigos lectores, al norte de nuestro departamento vemos a Aiguá y sus adyacencias como digno patrimonio oriental
Apenas la suerte vio tal incertidumbre, dejó la boca abierta, en la planicie áspera de ambos,
Del que huye con el botÃn, oro y verde tal vez, como de su receptor, más verde aún.
Decidido camina; el frÃo tupido no pide permiso a la intriga para entregársele,
Las sombras de los helechos, casas del infinito helado en la piedra, el miedo en arcos de progresiva oscuridad;
La ciudad de los palacios pintados, de palco y entrada colonial, escenario y guarida
Con el monte y la cima que emerge, como gigante mal escondido
Son las grutas de Salamanca en nuestra Aiguá querida
El estilo del que pinta se percibe en su trazo, en el color la intención, en su mano la vida,
Las calles del tiempo no tienen ya vereda, en la colorida senda de la ciudad en siesta
Nieta de portugueses, de viajantes en tierra castellana; de la madre de las flores, una Margarita
Madre sin frutos, ampara a modestos en un rincón de su siembra, con un corazón de pocas cuadras
De las aguas primeras, la que corre a saciar la sed; amor cristal, arte de caridad
Maldonado tiene bien donada tierra, mujer de cien eras de hogar
El vecindario de las palmas nos recibe, sin estrechar el paso
Se dibujó en el plano, diseño de rectas lÃneas; cielo y sierra, sus tapetes y telón
Antes de la paz estaba Aiguá, como antecedente
Colores pastel de pinceladas suaves, de paleta chica, de cuadro cubismo
Antes del hombre blanco, el paraje aborigen donde el pueblo toma nombre
Agua que corre rápido por los campos y matorrales
Carqueja y Marcela más abajo del granito duro, entre los vientos de la cumbre
Everest oriental, de metros impar, catedral de la altura, cordillera del este
De cresta gris, gallo de acero sin erosión, canta más temprano que el sol y madruga
Fronteriza aduana sin escalador, eslabón del Carapé, cadena grande del paÃs
Explosión del liquen, escalera de metros, hÃbrida alfombra
Cerca de Aiguá el coloso del concreto se asoma
De su arroyo llegaron, de la tierra del tulipán, más de dos centenares, ya son espectros en la tierra
Cerca de Aiguá, se salan carnes, aunque muchos sospechan, que no hay ni carabelas ni calaveras
Ni cuero que se contrabandea, son paredes que piden atención, libros llenos, anteojos que analicen
Estancia Silvera, pena capital, pólvora que a kilómetros se quema, última muerte a manos de Uruguay
La historia no sabe lo que los hombres se llevan a la tumba,
La memoria falla según de quién sea la falta la pena o la gloria
A no ser por la fiera de colmillos, no se mata a nadie más en aquella tierra
Año a tras año, caen en manada, los perros, el fusil, los cazadores
A la naturaleza hay que ayudarla, control y migración
Para no aguar la fiesta a ningún ente vivo
Ni matar el animal para que evolucione
Ni al hombre en su no violencia con sentido
La siembra de los hombres, son sus pueblos, producto de su pulso
Esparce el germen de su cepa, tarea dura cosechar su siembra
Mientras sobre el mar, como nave vigilante, espiráculo potente
Ojos pequeños, para ver lo necesario, oÃdo y canto para saber quién son
Sobre la vida, la protección, de fuertes torres para divisar el enemigo
Libre, un cuadrúpedo pasta en tierras sanas, escudos de armas de tu fundación
PostrimerÃas del dieciocho, albores del novecientos, zumban las manos en lo ajeno
Si se cuadra, el cuchillo se usaba, si el oro es lo que pesa ya nada interesa
Por los campos estrellados, en complicidad de la sierra huÃa
Bajo la sombra de su vida y del cerro, manchado de lo que más odia
Es el matrero Lemos en Salamanca, mira hacia atrás en la lontananza
El Salón del tiempo, detrás de los pasos que lo vienen siguiendo
Las hojas de los archivos, son arrugas persistentes en el olvido
Hombres sin tiempo lo veÃan como extraño, que aquel chiquito
Pudiera transformarse en Lemos asesino, producto de la guerra
Las leyendas tratan duro en los roles que se desempeñan
¿Lemos habrÃa pensado cuando pensamos en él?
¿Habrá cierto perdón por el hecho de saber que fue de su camino?
Ya las pisadas se acercan, bolsas de arpillera con espuelas
Una a una caen los fondos, las ventanas, las fuertes cajas, los bolsillos
De la necesidad hijo, de la sangre y muerte su efecto
A caballo lo andaban buscando, tras el alba su poncho se va apagando
Artero conocedor, astuto y ladino, o simplemente despavorido
Pide asilo a los cerros, en la casa de don murciélago
Otra vez, y la siembra es trigo del miedo
Ya no desea más a ese Lemos que no sabemos
La partida parece ser la última, la huida, la fuga
A pie y herido, tras El salón cae rendido
Lleva en su bolsa el brillo de la ambición
Boca abajo, en la enramada, la luz que brilla son sus ojos vacÃos
Y a las seis, al otro dÃa, pedÃan al fugitivo
Rastrillan la zona sin ningún hallazgo,
- Herido no debe haber ido muy lejos -, comenta la guardia
La tarde avanzó sobre los balcones de Salamanca
Las galerÃas de ramas y los aleteos son prominentes
La gente, debe ser valiente para dormir en este sitio
Hasta estos dÃas, ni el fruto del delito, ni a Lemos se lo ubican
Lemos sabe que tiene en su poder dos botines
El escondite y lo que le quitó la vida
Jamás podrá imaginar que un ladrón se lleve a Salamanca
Por eso es que la cuida, para que nadie se le parezca
Por lo que la leyenda o verdad representa, en verdad nadie huye de su destino
Nadie podrá quitarle esta riqueza a los Fernandinos
Le dejo un apretado abrazo querido lector
Publicada el 2011-05-03 09:48:30 por Apuntavamos.com
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